Proyecto de Declaración – Soviet Revolucionario Militar, Ejército Insurrecional Revolucionario de Ucraina (Makhovista)
PROYECTO DE DECLARACIÓN
ADOPTADO POR EL SOVIET REVOLUCIONARIO MILITAR, EN SU REUNIÓN DEL 20 DE OCTUBRE DE 1919
Ejército Insurrecional Revolucionario de Ucraina (Makhnovista)
¡Las clases trabajadoras de Ucrania hoy están confrontadas a acontecimientos de gran importancia y de alcance histórico. Sin duda, el significado de estos acontecimientos rebosa los límites de la actividad del ejército insurreccional revolucionario. Pero, estando en la vanguardia del combate en curso, éste considera que es de su deber exponer a los trabajadores de Ucrania, Rusia y del mundo entero, los fines por los cuales combate, así como su análisis de los acontecimientos recientes y de la situación actual.
En Febrero-Marzo de 1917, Rusia y Ucrania vivieron la Primera revolución, que provocó la caída de la autocracia zarista y aportó la llegada de un poder político de Estado, formado primero por personalidades de la gran burguesía industrial, y después por representantes de la pequeña y mediana burguesía. Ninguno de estos dos gobiernos mostró estabilidad. Ocho meses bastaron para que las masas revolucionarias derribaran estos poderes que no tenían nada común con los intereses y las aspiraciones de los trabajadores.
Desde Julio de 1917, la Segunda revolución pareció necesaria. Tuvo lugar a finales de Octubre y permitió la toma del poder de Estado por el partido socialdemócrata bolchevique, el cual se consideraba representante del proletariado revolucionario y del campesinado pobre, es decir, de la revolución social. Muy pronto, este partido llevó una lucha permanente contra todos los demás partidos competidores con el fin de apoderarse del poder. Como sus palabras de orden coincidían con las aspiraciones de las masas trabajadoras, éstas lo apoyaron en su momento decisivo. También, este período de ocho meses de gobierno de burguesía unida y rivalidad entre los diferentes partidos políticos acabó con la toma del poder por el Partido Bolchevique. Sin embargo, rápidamente se vio que este partido y este poder de Estado – como todo partido y todo poder de Estado – actuaban sólo para ellos mismos y se mostraban absolutamente incapaces de realizar los grandes objetivos de la revolución social; por esto mismo, ponían trabas a la actividad libre y creadora de las masas trabajadoras, capaces de asumir por si solas esta tarea. Es evidente que controlando toda la vida económica y social, todo poder de Estado crea inevitablemente nuevos privilegios políticos y económicos y socava los fundamentos de la revolución social. La incapacidad del partido bolchevique comunista para ofrecer una vía auténtica de lucha por el socialismo, lógicamente provocó el descontento, la decepción y la amargura entre las masas trabajadoras.
La desorganización de la vida económica a consecuencia de una mala política agraria suscitó importantes disturbios en los campos. Sin embargo, el poder bolchevique consiguió organizar en Rusia un fuerte aparato de Estado y un ejército dócil del que se sirve, exactamente igual que sus antecesores, para asfixiar toda manifestación de descontento y de resistencia popular.
En Ucrania, la situación es diferente.
Antes de conocer el poder bolchevique, Ucrania fue ocupada por los austro-alemanes, que instalaron allí a su títere, el hetman Skoropadsky. El poder de Petlura les sucedió. Los excesos de estos poderes provocaron una explosión de indignación en el pueblo que provocaron un rechazo total hacia la misma idea del poder de Estado, que se tradujo en un poderoso movimiento insurreccional popular, animado por un espíritu verdaderamente revolucionario anti-partidista y anti-autoritario.
Después de la retirada de los austro-alemanes, los insurgentes revolucionarios limpiaron Ucrania, por una serie de compromisos, de partidarios del Hetman y del Petlura; el poder bolchevique comunista sacó provecho de esto para venir a instalarse en primavera de 1919, arrastrando una decepción muy rápida. En algunos meses, el descontento y la hostilidad de las masas trabajadoras de las ciudades y sobre todo del campo se manifestaron con violencia. Grandes regiones, tales como las provincias de Ekatérinoslav y de Tauride comenzaron a orientarse cada vez más distintamente hacia una auto-organización económica y social, sobre una base hostil hacia los partidos y el poder de Estado. Ninguna actividad política fue tolerada allí. Hacia el fin del verano, todo el país estaba sacudido por vastos movimientos revolucionarios campesinos contra la arbitrariedad del Partido Comunista. La Tercera revolución sale a la luz y guía esta insurrección general.
Durante este tiempo, la reacción había alzado la cabeza. La Tercera revolución se opuso a la tentativa de restaurar el antiguo régimen. Al esperar encontrarse dueño de la situación aniquilando a sus dos enemigos – la insurrección revolucionaria y la reacción-, el poder bolchevique preparó y facilitó de manera traicionera el aplastamiento del grueso principal del ejército insurreccional makhnovista. No obstante, el aparato de Estado y las fuerzas armadas del poder comunista bolchevique no pudieron echar raíces en Ucrania y se mostraron incapaces de reemplazar al movimiento insureccional revolucionario en su lucha contra Denikin. Los insurgentes revolucionarios salieron de esta difícil situación debilitados, pero no vencidos. Obligados a estar lejos de su zona de origen, se esforzaron por subsistir costara lo que costara y, recorriendo otras regiones de Ucrania, prosiguieron una lucha ensañada contra los denikistas y las calumnias hechas por Trotsky y el peligroso atentado cometido contra la revolución. La llama de la insurrección campesina y de la lucha contra la reacción ahora hace furor en toda Ucrania. Un nuevo enemigo de los trabajadores aparece bajo la forma del gobierno burgués y republicano de Petlura.
Un enfrentamiento, inevitable y decisivo, cuyo futuro mostrará quién saldrá vencedor de todo esto, pone cara a cara la idea de la organización libertaria, seguida por masas importantes de Ucrania, y la idea de un poder político monárquico, bolchevique comunista o republicano burgués.
Estos son los grandes rasgos de la dura experiencia revolucionaria que nosotros, sublevados makhnovistas, vivimos durante estos dos años y medio de revolución. Nos queda añadir que, en nuestra región y en muchas otras más alejadas, fuimos testigos y participantes de acertadas pruebas de organizaciones libertarias sociales y económicas, sin injerencia de ningún tipo de gobierno. La inmensa mayoría de ellos fueron interrumpidos sólo a consecuencia de intervenciones violentas de uno u otro poder.
El resultado de esta experiencia, difícil pero instructiva, así como las posiciones teóricas que la caracterizan, nos hacen declarar de modo claro y preciso lo siguiente:
El desarrollo de la revolución nos convenció indudablemente de que ningún partido político y ningún poder de Estado son capaces de resolver los grandes problemas de nuestra época, de volver a reactivar y organizar la economía arruinada del país, de estimular y satisfacer las necesidades de las masas trabajadoras. Estamos convencidos de que a consecuencia de esta experiencia, las grandes masas obreras y campesinas de Ucrania llegaron a la misma conclusión y que no apoyarán ninguna opresión política.
Consideramos que, en un futuro próximo, todas las clases trabajadoras alcanzarán la misma posición, y que ellas mismas se ocuparán de la organización de su vida profesional, económica, social y cultural, a partir de principios libres, sin la tutela, la presión y la dictadura de ninguna personalidad, partido o poder, sea cual sea.
Declaramos que el movimiento insurreccional popular que se desarrolla actualmente en Ucrania constituye el principio de la gran Tercera revolución, que liberará definitivamente a las masas trabajadoras de toda opresión del Estado y del Capital, privado o estatal.
Declaramos que nuestro ejército insurreccional makhnovista es sólo el núcleo combatiente de este movimiento revolucionario popular ucraniano, núcleo cuya tarea consiste en organizar por todas partes fuerzas insurreccionales y ayudar a los trabajadores sublevados en su lucha contra todo abuso del Poder y del Capital. Ucrania está a las puertas de una verdadera revolución social y campesina. Este es el sentido de la situación. Nosotros, sublevados makhnovistas, somos los hijos de esta revolución, para servirla y protegerla.
Cuando se propague una poderosa llama a través de toda Ucrania de los trabajadores, liberándole de todos los agresores y de todos poderes, nosotros, fieles combatientes, nos agregaremos a los millones de insurrectos del pueblo. Participaremos entonces codo a codo en la edificación libre de una vida nueva. En cuanto a nuestra idea de las cuestiones esenciales de la reconstrucción económica y social, consideramos indispensable subrayar lo que sigue: Cuando los trabajadores mismos dispongan de la libertad necesaria para forjar su destino, la mayoría aplastante de ellos se orientarán natural e inevitablemente hacia la realización de los principios sociales verdaderamente comunistas.
Pensamos que únicamente las masas trabajadoras pueden aplicar en los hechos estos principios, a condición de que dispongan de la libertad más completa de creación socio-económica. Consideramos pues como completamente irracional e inútil tratar de imponer por la fuerza nuestro ideal. También pensamos que sería funesto tratar de querer poner las masas en nuestro remolque, por medio de una dirección por arriba. Queremos limitar nuestro papel a una simple ayuda teórica y organizativa, en forma de proposiciones, consejos, de indicaciones o de orientaciones. Pensamos que, si el pueblo debe tener la posibilidad de conocer todas las opiniones y los consejos, sólo él debe decidir aplicarlos en toda independencia y libertad, sin injerencias de partidos, de dictadores o de gobiernos cualesquiera que sean. Nos esforzamos por mostrar estas ideas a las masas trabajadoras, llamando la atención de su propio papel autónomo en una edificación soviética libre.
El régimen de los soviets
Expresamos nuestra idea de un auténtico régimen de soviets libres de la siguiente manera: con el fin de instaurar una nueva vida económica y social, los campesinos y obreros crearán natural y libremente sus organizaciones sociales y económicas: comités de soviets de pueblos, cooperativas, comités de fábricas, talleres, minas, organizaciones ferroviarias, de Correo y Telégrafo y todo tipo de uniones y organizaciones posibles. Para establecer un lazo natural entre todas estas uniones y asociaciones, ponen en pie órganos federados de abajo a arriba, bajo la forma de soviets económicos, teniendo como tarea técnica regular la vida social y económica en gran escala. Estos soviets pueden ser de distrito, de ciudad, de región, etc…, organizados según las necesidades, a partir de principios libres. En ningún caso deberían ser instituciones políticas, dirigidas por políticos o partidos, que dictarían su voluntad (lo que se realiza bajo la máscara del “poder soviético”). Estos soviets son sólo los órganos ejecutivos de las asambleas de los que se derivan.
Tal régimen soviético realmente refleja la organización de los campesinos y obreros. Si esta creación es efectivamente la obra libre de las mismas masas campesinas y obreras, si el trabajo económico vivificante de todos los órganos de base y de las organizaciones soviéticas federativas comienza a atraer a cada vez más trabajadores, sin injerencia ni intervención de ningún partido político o poder, entonces, según nuestra opinión, será posible instaurar rápidamente un sistema económico y social a partir de los principios de igualdad social, justicia y fraternidad, y, de esta forma, poner fin a la existencia de clases, partidos políticos y Estados, así como a la dominación de una nacionalidad sobre otras. Las clases atrasadas y no trabajadoras de la población serán naturalmente integradas, poco a poco, en este sistema.
Toda “actividad política”, que trae inevitablemente la creación de privilegios y un aparato de esclavitud económica y política de la masa trabajadora se mostrará inútil en los hechos, y las organizaciones políticas tenderán a desaparecer por si solas.
A las preguntas que surgirán acerca de los organismos “oficiales” y las diversas actividades sociales relativas a la educación, la salud, las estadísticas, los registros de uniones, defunciones y nacimientos, etc…, responderemos que serán dejados a la iniciativa individual, preciosa y fecunda, en el marco del soviet. Todo esto no planteará dificultad alguna y será resuelto de la mejor manera posible por los órganos locales de auto-dirección.
El aparato judicial y administrativo
En cuanto al hecho de presentar este aparato como una necesidad, queremos ante todo reafirmar nuestra posición de principio: estamos contra todo aparato judicial y policial rígido, contra todo código legislativo fijado una vez para siempre, que acarrean violaciones groseras de una auténtica justicia y de una defensa efectiva de la población. Éstas no deben ser organizadas, sino ser el acto vivo, libre y creativo de la comunidad.
Es por eso que todas las formas caducas de la justicia judicial, tribunales revolucionarios, leyes represivas, policía o milicia, chekas, prisiones y todas las demás antiguallas estériles e inútiles deben desaparecer o ser suprimidas desde el primer respiro de la vida libre, desde los primeros pasos de la organización social y económica libre y viva. Las mismas organizaciones libres, las asociaciones y los soviets de obreros y de campesinos, deben establecer tales o cuales formas de justicia. Esta justicia no debe ser ejercida por funcionarios especializados, sino por responsables que gocen de la confianza de la población local, de acuerdo con ella y apartando totalmente las sanciones previstas en el pasado. Lo mismo, la autodefensa popular debe ser fundada sobre la organización libre, sin ser el asunto de milicianos especialistas. La organización, oficial por el Estado de la justicia y de la defensa, no sólo no alcanza sus objetivos, sino que traiciona toda justicia y defensa verdaderas.
La cuestión del abastecimiento
Esta cuestión tiene actualmente una gran importancia. Su resolución se sitúa en el primer lugar de las urgencias, porque toda la suerte de la revolución depende de ella en este momento. El principal defecto de la revolución precedente [de los bolcheviques – A.S.] venía de la completa desorganización del abastecimiento, lo cual provocó el corte entre las ciudades y el campo. Los trabajadores deben dedicarle la más grande atención. Esta cuestión era particularmente fácil de resolver a principios de la revolución, cuando la vida no estaba desorganizada todavía completamente y el alimento se encontraba por todas partes en cantidad más o menos suficiente. En este momento, la lucha entre los partidos socialistas para apoderarse del poder político, y luego la del Partido Bolchevique para mantenerse, acapararon la atención de los obreros y campesinos que dejaron esta cuestión indecisa y no la vigilaron lo suficiente. En cuanto al poder bolchevique, se mostró, muy naturalmente, incapaz de resolverla.
Aquí también, consideramos que la justa resolución de esta cuestión y la entrega ordenada de todo lo que tuvo relación con eso sólo puede ser encontrada por los mismos trabajadores mediante sus organizaciones libres. Nadie más podrá zanjar válidamente este problema en su lugar. Los trabajadores deben evitar sobre este plano desunirse y debe establecerse una estrecha unión entre obreros y campesinos. Esto no será difícil si dejan de lado las organizaciones políticas y los políticos charlatanes. Las ciudades liberadas de todo poder político convocarán un congreso desarrollado por obreros y los campesinos, el cual inscribirá entre las prioridades la cuestión del abastecimiento y el restablecimiento de los lazos económicos entre las ciudades y los campos, instaurando un intercambio equitativo de productos de primera necesidad. La tarea posterior será obra de las organizaciones profesionales, cooperativas y de los transportes.
Se crearán organismos adecuados para la investigación, reagrupación y recuperación de la producción industrial y agrícola; instaurarán un sistema de intercambio y de repartición justa de los bienes. Sobre este plano, las cooperativas y las asociaciones libres de obreros y de campesinos deberán desempeñar un papel primordial. Es sólo así, según nuestra opinión, que podrá resolverse la cuestión particularmente importante del abastecimiento.
El problema de la tierra
El proceso de restablecimiento y de mejora rápida de nuestra economía agraria, actualmente arruinada y muy limitada, reclama una reorganización del cultivo de la tierra puesta en marcha por una decisión absolutamente libre y voluntaria de toda la población agrícola trabajadora (con la evidente ayuda de los especialistas). Los comerciantes de los pueblos deberán ser apartados rápidamente de este proceso. Estamos convencidos de que la solución de este problema de la tierra se resolverá por si mismo mediante la organización comunista de la economía campesina. Todos ellos estarán rápidamente convencidos de que el desarrollo de la producción y la satisfacción de todas las necesidades solo podrán ser asegurados por la comunidad y no por personas particulares. Sin embargo, toda imposición del comunismo mediante la coacción y por la administración de arriba deberá ser rechazada.
El decreto de los bolcheviques que se refiere en la “nacionalización de las tierras”, es decir a la entrega de las tierras a las manos del Estado (de hecho, a las manos del gobierno, de sus órganos y de sus funcionarios), debe ser suprimido. La apropiación de las tierras por el Estado conducirá inevitablemente, no a estructuras agrícolas justas y libres, si no a la reaparición de un nuevo explotador y dueño, en forma de Estado, que utilizará – como todos los patronos – el trabajo asalariado e impondrá por la fuerza al campesinado todo tipo de cargas, impuestos, etc.., exactamente como antes hacían los pomieshchikis. El campesinado no ganará nada encontrándose frente a un solo dueño – el Estado – todavía más poderoso y cruel que los millares de pequeños jefes, dueños y pomieshchikis. La tierra confiscada a los grandes terratenientes no debe ser puesta a disposición del Estado sino en las manos de quienes la trabajan directamente: las organizaciones campesinas, los municipios libres y otras uniones.
Los modos de empleo de las tierras, del material y la misma organización de la economía agrícola deben ser elaborados libremente en congresos campesinos, después de discutirlos y adoptarlos sobre resoluciones, sin injerencia de cualquier poder sea cual sea.
Consideramos que la solución de todas estas cuestiones por los mismos campesinos traerá un proceso natural de desarrollo de las organizaciones sociales de la economía campesina, comenzando, por ejemplo, con la repartición igualitaria y proporcional de la tierra, del material agrícola y del ganado; por la organización social del trabajo y de la distribución de los productos teniendo como base la cooperación; por la utilización social de la tierra y de los equipos, etc., es decir por formas comunistas más o menos afirmadas. El trabajo manual e intelectual de los aldeanos experimentados y competentes, en estrecho contacto con las organizaciones obreras, reforzará este proceso y acelerará su desarrollo. Entre tanto, las propiedades privadas serán rápida y fácilmente reabsorbidas. La población campesina activa dominará sin dificultad a los representantes de la clase de los grandes propietarios, confiscando primero sus tierras en provecho de la comunidad, luego naturalmente integrándolas en la organización social.
Llamamos la atención de la población campesina sobre una organización cooperativa ensanchada desarrollada y la producción distributiva. Consideramos que la organización cooperativa es, como primera etapa, la más adaptada y más natural sobre la vía de la edificación de la economía agrícola sobre bases nuevas.
La llamada “economía soviética”, donde reinan inevitablemente el trabajo asalariado, la arbitrariedad y la violencia de los funcionarios bolcheviques comunistas, tiene que ser totalmente liquidada. La cuestión de la participación de agrónomos competentes y especializados así como otros problemas diversos serán reglamentados por la discusión y las decisiones tomadas por las organizaciones y los congresos campesinos. Todas las formas de trabajo asalariado deben ser irremediablemente suprimidas.
Es muy evidente que la solución justa y la evolución posterior de la cuestión de las tierras dependan estrechamente, en una gran medida, del reglamento equitativo de la cuestión obrera. Es a las organizaciones obreras a las que incumbe también establecer un cierto número de lazos con los pueblos, bastante numerosos, para intercambiar todo tipo de materiales y de objetos de la producción industrial por productos agrícolas. Únicamente la unión estrecha y fraternal de obreros y campesinos, en el interior de organizaciones de ayuda mutua en la producción y en el intercambio económico, podrá aportar a la cuestión agraria una solución natural, planificada y justa.
La cuestión obrera
Habiendo sido testigos de numerosas tentativas llevadas a cabo por diversos partidos políticos, “hombres de negocios” o ” personalidades honestas” para resolver la cuestión obrera; al haber examinado atentamente la idea y los resultados de la estatalización (nacionalización), tanto de los medios y los instrumentos de la producción obrera (minas, medios de comunicación, fábricas, talleres, etc…) como de las mismas organizaciones obreras (sindicatos, comités de fábrica y cooperativas, etc…), declaramos con certeza que sólo existe una solución verdadera y justa de la cuestión obrera: transferir todos los medios, instrumentos y materiales de trabajo, de producción y de transporte, no a la disposición total del Estado – este nuevo patrón y explotador, empleando al trabajado asalariado y oprimiendo a los obreros no menos que los empresarios privados – si no a las organizaciones y uniones obreras, asociadas natural y libremente entre ellas, en contacto con las organizaciones campesinas, a través de sus soviets económicos. Estamos convencidos de que sólo esta manera de resolver la cuestión obrera liberará la energía y la actividad de las masas obreras, dará un nuevo impulso a la restauración de la economía industrial destruida, hará imposibles la explotación y la opresión, pondrá término a la especulación y el engaño, terminará el aumento artificial de los precios y la subida artificial del coste de la vida.
Estamos convencidos de que sólo los obreros, con la ayuda de sus organizaciones y uniones libres, podrán obtener su liberación del yugo del Estado y del Capital (tanto del privado como del de Estado), encargarse de la explotación del mineral y del carbón, volver a poner en marcha las fábricas, organizar un intercambio equitativo de los productos entre las diferentes regiones, ciudades y campos, restaurar la circulación ferroviaria; en una palabra, devolver la vida al cuerpo moribundo de nuestra organización económica.
Ningún poder de Estado, partido, sistema de dirección y de control de los obreros por comisarios, funcionarios, militantes políticos u otros podrán llevar, según nuestra convicción profunda, al fin fijado. La organización del trabajo, de la producción, del transporte, de la distribución y del intercambio debe ser obra de las uniones obreras libres, con la ayuda de las personas experimentadas y competentes, en las condiciones de un trabajo libre en las fábricas.
Para asegurar la actividad de tal organización y su desarrollo provechoso, es indispensable, ante todo, preparar congresos y conferencias obreras auténticas, sobre bases libres, sin presión de dictadura de partidos o de individuos. Sólo estos congresos y conferencias libres podrán resolver efectivamente todas las cuestiones urgentes de la vida obrera y de la edificación obrera en una orientación necesaria y provechosa. No hace falta decir que la resolución justa y la orientación posterior de la cuestión obrera dependen en gran parte de la solución equitativa de la cuestión del abastecimiento y de la repartición de la tierra, así como de la cuestión financiera, unida estrechamente también a la cuestión obrera.
La cuestión de la vivienda es parte integral, también damos nuestra posición fundamental sobre este tema: una de las primeras tareas de las organizaciones obreras libres es repartir equitativamente las viviendas disponibles, luego desarrollar la construcción de las viviendas necesarias, y esto podrá hacerse sólo en colaboración con los responsables de la gestión de las viviendas (comités de casa y de barrio).
La cuestión financiera
El sistema financiero es inseparable del sistema capitalista. Éste pronto será reemplazado por la organización comunista libre de la economía, lo que llevará indiscutiblemente a la desaparición del sistema financiero y su sustitución por un intercambio directo de los productos, por medio de la organización social de la producción, del transporte y de la distribución.
Sin embargo, esta transformación no se hará de la noche a la mañana. Aunque el sistema monetario hoy está completamente revuelto, hará falta, por las circunstancias, que continúe funcionando todavía un cierto tiempo. Por el momento, es indispensable organizarlo sobre nuevas bases.
No se trata de conservarlo o de restablecerlo, sino únicamente de adaptarlo provisionalmente a bases más justas. Desde el golpe de Estado de Octubre, las riquezas del pueblo están concentradas en las manos del Estado, ya sea en las capitalistas o en sus organismos. La imposición obligatoria y la explotación creciente eran los fundamentos de esta concentración. El poder bolchevique comunista se erigió por encima de los trabajadores como Estado-patrón-explotador. Se considera como el dominador y el único organizador del sistema monetario del país. De hecho, el Estado bolchevique y sus funcionarios son los únicos que hoy disponen de la riqueza del pueblo. Según nuestra opinión, esta situación debe cambiar radicalmente.
En la medida en que el sistema de los soviets libres de trabajadores se coloque y desarrolle, inaugurando una nueva vida libre, todo impuesto deberá ser suprimido y reemplazado por la contribución libre y voluntaria de los trabajadores. En las condiciones de una edificación libre e independiente, esta contribución dará sin duda alguna los mejores resultados. Consecuentemente, el tesoro centralizado por el Estado, bajo cualquier forma (hasta bajo la de ” Banco del pueblo “), debe ser liquidado y reemplazado por el sistema descentralizado de verdaderos bancos del pueblo, creados sobre una base cooperativa. Los fundadores y los depositantes de estos bancos deben ser únicamente los campesinos y los obreros, es decir sus asociaciones, sus uniones y organizaciones, teniendo como base una contribución libremente consentido. En el caso de gastos indispensables para tal o cual empresa o servicio, de amplitud regional o incluso nacional (tomemos el ejemplo de los Correos y Telégrafos), el congreso general o el soviet de este organismo recibe la suma necesaria de los bancos del pueblo. Éstas pueden ser municipales, soviéticas, sociales, etc…, según las necesidades. La importancia de las contribuciones voluntarias será determinada por el cálculo de las necesidades y de los gastos sociales. Ni un solo rublo de plata del pueblo puede ser gastado sin el acuerdo y la autorización expresa de la organización (congreso, municipio, soviet o unión). Los diferentes servicios sociales y los organismos presentan, en el momento acordado, los gastos previstos a sus respectivas instancias que ratifican, si llega el caso, el presupuesto preventivo.
Este es, a grandes líneas, el sistema financiero que, según nosotros, debe ser instaurado durante el período en el que el signo monetario y la circulación de la moneda continúan existiendo. Sólo tal sistema estará en plena armonía con un régimen auténtico de soviets.
En lo que concierne al signo monetario en sí, podremos disponer al principio de una cantidad más importante que la necesaria. Así, a medida del fortalecimiento y el desarrollo de la nueva organización del trabajo, los obreros y campesinos pasarán del sistema monetario al del simple certificado del trabajo social surtido .Este certificado le dará al portador el derecho a recibir de las tiendas y mercados sociales los objetos y los bienes que necesitará, y que comenzarán a aparecer en abundancia gracias a la organización del nuevo aparato económico adaptado a las necesidades.
No está lejos el día cuando cada trabajador, gracias a su trabajo para la sociedad (y por lo tanto para él mismo como miembro de esta sociedad), podrá recibir, según el certificado necesario los productos y los bienes que le son indispensables.
La cuestión nacional
Está claro que cada grupo nacional tiene el derecho natural e indiscutible de hablar libremente su lengua, de vivir según sus costumbres, de conservar sus creencias y sus ritos, de redactar sus manuales escolares y de tener sus propios establecimientos y organismos gestores; en una palabra, de mantener y desarrollar su cultura nacional en todos los dominios. Es evidente que esta posición clara y precisa no tiene absolutamente nada que ver con el nacionalismo de tipo “separatista”, que levanta una nación contra las otras y que reemplaza la lucha para una unión natural y social de los trabajadores por una separación artificial y funesta.
Según nuestro modo de ver, las aspiraciones nacionales de carácter natural y sano (lengua, costumbres, cultura, etc.) sólo pueden encontrar una solución plena y fructuosa en la unión de las nacionalidades y no en su antagonismo. La lucha de liberación de un pueblo naturalmente trae la misma lucha chauvinista de otros pueblos, su resultado es inevitablemente el aislamiento y el odio entre las diferentes naciones. Esta visión de la cuestión nacional, profundamente burguesa y negativa, conduce fatalmente a enfrentamientos nacionales absurdos y sangrientos.
La edificación rápida de una nueva vida sobre bases socialistas traerá necesariamente el desarrollo de la cultura específica de cada nacionalidad. Cuando nosotros, sublevados makhnovistas, hablamos de la independencia de Ucrania, la situamos sobre el plano social y económico de los trabajadores. Proclamamos el derecho del pueblo ucraniano (y el de toda otra nación) a la autodeterminación, no en el sentido nacional estricto de tipo nacionalista, pero sí en el de los trabajadores que se autodeterminan. Declaramos que el pueblo trabajador de las ciudades y campos de Ucrania les mostró a todos, mediante su heroico combate, que no quiere sufrir más poderes políticos y que no los necesita, que aspira conscientemente a una sociedad libertaria. Declaramos pues que todo poder político, de dondequiera que venga, que pretendiera dominar y dirigir mediante la coerción y la arbitrariedad, estará considerado por las masas trabajadoras ucranianas como enemigo y contrarrevolucionario. Lucharán ferozmente contra él, defendiendo su derecho a la auto-organización hasta la última gota de su sangre.
No hace falta decir que, en la sociedad fundada sobre verdaderas bases soviéticas, tal y como las expusimos, la cuestión de la representación proporcional y otros procedimientos políticos no se usarán.
La cultura y la educación
La cultura y la educación en una sociedad libre no pueden ser el monopolio del Estado o de un gobierno. Sólo pueden ser asunto de individuos y de organizaciones libre y naturalmente unidas. La creación viva y libre de los valores culturales vinculados al espíritu de las masas trabajadores sólo puede nacer en estas condiciones.
La libertad de los ciudadanos
Es evidente que la organización libre de la sociedad ofrezca la posibilidad entera y práctica de realizar las llamadas ” libertades del ciudadano “… libertad de expresión, de prensa, de conciencia, de culto, de reunión, de unión, de organización, etc…
La defensa de la sociedad
Mientras la sociedad libre necesite defenderse de una agresión exterior, deberá organizar su autodefensa, su ejército. Concebimos éste como un contingente libre, fundado sobre el principio electivo de los puestos de responsabilidades y vinculado estrechamente a la población. Debe estar puesto bajo la autoridad de las organizaciones de trabajadores de las ciudades y campos, con el fin de protegerlos contra toda tentativa violenta por parte de todo poder de Estado y del Capital, y de garantizarles una edificación social libre.
Relaciones con los Estados extranjeros:
Los grandes congresos – que representan todas las organizaciones de las ciudades y de los pueblos que constituyen la sociedad libre – designan una comisión encargada de mantener relaciones regulares con los Estados extranjeros. Esta actividad debe ser pública y sin ninguna ambigüedad; ningún “secreto diplomático” es aceptable. Los problemas que no puedan ser decididos por la comisión están sometidos a la discusión y a la decisión de congresos extraordinarios.
* * *
Estas son las bases sobre las cuales, según nuestra opinión, debe fundarse la sociedad libre, justa y sana, por la cual combatimos. No tenemos que imponerle a la población trabajadora estas ideas mediante la coacción ; consideramos que es de nuestro deber de hacer únicamente mostrar nuestra idea y ofrecerles a los campesinos y obreros la posibilidad de discutir libremente este punto de vista, tanto este como otros, con el fin de que sea posible escoger con toda libertad tal o cual vía para la edificación económica y social de la sociedad.
Estamos convencidos de eso: solamente teniendo la libertad más completa de investigación y de experiencia de edificación la población trabajadora podrá encontrar la salida natural que lleve al socialismo auténtico y sano. Esta libertad en la búsqueda y en la edificación la mantendremos y defenderemos con todas nuestras fuerzas; indudablemente será defendida de la misma manera por todos los trabajadores de Ucrania, a los que llamamos a participar en el gran combate común, corrigiendo si es preciso los errores y las insuficiencias inevitables, manifestando su simpatía y reforzándola por la adhesión continua de nuevos combatientes y defensores de la libertad.
Es mediante los esfuerzos conjuntos de la gran comunidad de los trabajadores que será forjada libremente la forma de la nueva sociedad, y será defendiendo con las armas en la mano este derecho a la libertad creadora como venceremos.
Source: Alexandre Skirda, Nestor Makhno, le cosaque libertaire (1888-1934) : la guerre civile en Ukraine 1917-1921, Paris : Editions de Paris, 1999. Traducción de Jordi Rey.