Memorias de un Partisano Makhnovista – Ossip Tsebry

MEMORIAS DE UN PARTISANO MAKHNOVISTA

Ossip Tsebry

El pueblo de Tartaki, compuesto por 220 casas, se encuentra junto a la orilla de un afluente del río Bug. Situado a dos kilómetros de Zmerinka, está separado de este pueblo por el bosque del señor local y aislado por el río y el bosque municipal. A un poco distancia del pueblo, el dominio señorial de P. Ralli, dedicado a la agricultura, que ocupaba antes de 1917 cerca de l.600 ha; fue dirigido por un intendente y sus auxiliares.

Mi padre, Vassily Grigorievich, gozaba de una buena reputación por parte de la población del pueblo y la región. Fue tan estimado y querido por sus consejos y por la costumbre que tenía de ayudar a quien se encontraba en dificultad o en la desgracia. La barra pública de vinos y alcohol había sido cerrado a petición suya y reemplazada por una cooperativa de consumo. Por otra parte, era muy fuerte físicamente y lucía una barba espléndida, lo que le había valido ser propuesto por el distrito de Braïlovsky y su comisario al puesto de administrador del distrito. Mi padre entonces había respondido que no tenía ningún deseo de ocupar tan alta responsabilidad, ni quería dominar a otros, ni estar dominado por quienquiera que sea. Más tarde, supe que había hecho el servicio militar en un regimiento de Petrogrado, donde había recibido la influencia de un soldado de primera clase, comprometido voluntario y de convicciones anarquistas bakuninistas, que durante su tiempo libre se había ocupado de instruir a sus compañeros-soldados entre los que estaba mi padre. Al mismo tiempo que la instrucción, este anarquista había propagado, con prudencia, sus ideas.

En el momento de la revolución de 1917, los campesinos locales se echaron sobre las tierras señoriales tan esperadas. Fueron a saquearlo todo, incendiar y destruir. En una semana, la inmensa mayoría de los señoríos de la región fueron reducidos a cenizas. En el momento del reparto de las tierras, hubo una gran confusión y hasta disputas. En el pueblo de Tartaki, todo ocurrió de otro modo: fue reunida una junta general y un dirigente, mi padre, fue escogido en su nombre. Se dirigió inmediatamente a la asamblea: “¿Que debemos emprender y cómo vamos a comportarnos con respecto al terreno señorial local?”. Según él, si hubiera que comportarse como en los pueblos vecinos, aniquilando y tomándola contra todo lo nos pertenecía, esto no tendría ningún sentido.

“Si todo nos pertenece, entonces debemos conservarlo tal cual, luego cultivarlo juntos, lo que será fuente de provecho para todos”. Hubo largas discusiones, luego decidieron cultivar colectivamente el terreno. La asamblea eligió a cuatro ayudantes para prestar asistencia a Vassily Grigorievich. Fueron los cinco a buscar al intendente y a sus ayudantes y los invitaron a dejar los lugares en el plazo de dos días. Luego, teniendo como base las decisiones tomadas por la junta general, reunieron a los campesinos de los señoríos y Vassily Grigorievich les explicó que todos aquellos que lo deseaban podían trabajar y vivir en el terreno: serían acogidos con satisfacción por el municipio; en cambio, los que no deseaban hacerlo, podían largarse con los criados del señor, esto en el plazo de dos días. Casi todos los trabajadores aceptaron con alegría quedarse.

Al principio del año 1918, el ejército austro-húngaro-alemán ocupó Ucrania. Los grandes terratenientes y los antiguos mandatarios, encabezados por el hetman Skoropadsky, aparecieron a continuación. Estos sátrapas miran con celo el trabajo: fue formado un gran ejército punitivo de cuarenta mil hombres. Instaló en Vinnitsa a su principal Estado Mayor, teniendo como tarea controlar la provincia de Podolia. El intendente general del señorío, Braïlovsky, también volvió. Como su hogar había sido devastado, se instaló en el palacio del señor P. Ralli, conservado en perfecto estado por los habitantes del distrito a fin de transformarlo en instituto. Este intendente general, Ivanovsky, reclamó que se pusiera a su disposición 50 gendarmes. Convocó a los kulaks locales que le dijeron los nombres de los responsables de la devastación de trece grandes propiedades, a excepción del pueblo de Tartaki, el cual había conservado sin daños el señorío, puesto en explotación colectiva.

Ivanovsky conocía bien al dirigente de Tartaki, Vassily Grigorievich, el campesino trabajador rebelde pero honrado. Fue a buscarlo en compañía de su destacamento punitivo.

“¿Vassily Grigorievich, dónde se encuentra pues el intendente? Pidió.

– La asamblea del pueblo le invitó a él y a sus ayudantes a alejarse. Se fueron, en cuanto a dónde, no puedo decirlo – respondió mi padre.

– Vassily Grigorievich, estoy muy contento de que el terreno no haya sido saqueado, y deseo que continúe siendo explotado colectivamente por el municipio, al cual tocará el tercio de la cosecha.”

En los otros pueblos, lvanovsky se dedicó en alma a la represión: hizo cargar a golpes de sable contra los campesinos rebeldes y cometió todo tipo de coerciones, hasta tal punto que la gente huyó en masa hacia los bosques. Poco después de la visita de lvanovsky, mi padre fue a visitar a su padrino, empleado en Zmerinka en los ferrocarriles. Supo de él que un vagón de municiones rusas se encontraba sobre una vía muerta de la estación, esto sin que el mando alemán hubiera sido informado.

“Si los aldeanos desean disponer de armamento – le declaró su padrino – nosotros los ferroviarios, podemos ayudarles en esta buena causa.” La misma tarde, asistieron juntos a la reunión del comité revolucionario de los ferroviarios de la ciudad. Allí se decidió que Vassily Grigorievich se encargaría de reunir a hombres de su pueblo y pueblos vecinos con el fin de transportar durante la noche las armas disponibles.

En el bosque municipal de Tartaki, a un kilómetro del pueblo, se encontraba un inmenso barranco que tenía numerosas cuevas que antaño habían servido para proteger a combatientes eslavos en la lucha contra los turcos. Vassily Grigorievich se llevó consigo a tres albañiles y fue a inspeccionar estas cuevas, con el fin de habilitar allí escondites para las armas. La tarde siguiente se efectuó la asamblea de todo el municipio; ochenta voluntarios lo fueron designados para asegurar la autodefensa del municipio. Éstos me eligieron comandante del destacamento. El dirigente del municipio, Vassily Grigorievich, decidió enviar a cuatro miembros de nuestro destacamento de autodefensa a recorrer los pueblos vecinos, proponiendo a la gente de reunirse en secreto la siguiente tarde en el Barranco Seco. El día siguiente, avisamos a los ferroviarios de que nuestra gente estarían en el lugar convenido el día dicho, un total de quinientos. Llegados a Zmerinka, todos nosotros fuimos a trabajar y, en el curso de la noche, transportamos hacia las cuevas cerca de mil fusiles, diez ametralladoras, cien revólveres, doscientas granadas de mano y veinte mil cartuchos.

Un destacamento armado de doscientos hombres fue puesto en orden con el fin de hacer incursiones nocturnas sobre Zmerinka, antes de dispersarse por la mañana, sus miembros continuaban asumiendo su parte de trabajo en el municipio. Bajo la dirección de Vassily Grigorievich, fueron creados otros cinco destacamentos de partisanos en los pueblos vecinos: Slomaki, Liudavka, Gamarnia y Krivói Rog.

Cada uno de ellos contaba con cerca de ciento cincuenta voluntarios, colocados bajo el mando de un combatiente suelto. Cada destacamento debía actuar con total independencia, pero, en caso de un acontecimiento importante, todos los cinco destacamentos se fusionaban bajo el mando de Vassily Grigorievich. Todos estos destacamentos se armaban con las existencias de las “Cuevas”. Actuaban sólo por la noche, atacando los convoys de tropas y de productos que se llevaban a Alemania, que fueron interceptados y recuperados. También atacaban la guarnición de Zmerinka y a la Varda del Hetman, antes de dispersarse por la mañana en sus hogares.

En el momento de la cosecha del trigo, los partisanos llevaron consigo ametralladoras a las que disimularon en medio de las espigas. Pequeños destacamentos de la Varta o de ocupantes austro-húngaro-alemanos vinieron para pasar cerca de los campos; los partidarios les tendieron emboscadas y, por el fuego mantenido y súbito de sus ametralladoras, los abatieron a todos. Cada vez que ocurría esto, los aldeanos iban a buscar en seguida al mando local de estas tropas, informándoles de que partisanos desconocidos, venidos del bosque, habían diezmado uno de estos destacamentos, no lejos de su pueblo o aldea, e indicaban una dirección falsa de estos partisanos ficticios.

Los aldeanos alejaban así las sospechas.Un día, poco antes de la trilla del trigo, el intendente general lvanovski y Kumanovski, el comandante de su destacamentos punitivo, fueron asesinados en el momento de la cena, a golpe de granadas, en su palacio.

Todo el trigo había sido recogido en muelas y ahora había ahora que batirlo, entonces que la trilladora había sido desmontada, su tambor delantero fue reparado. Además, era la única trilladora – la de Tartaki – que había sobrevivido, en 1917, a la destrucción general de las trece granjas vecinas. Los pueblos de la región se encontraron en una situación muy mala, ¿Por qué? Porque no sólo sus granjas señoriales habían sido quemadas, sino que el ganado y los corrales también habían sido aniquilados. ¿Cómo había ocurrido esto? De la manera más simple: el que era el más fuerte y el que tenía hijos para ayudarle se había apoderado de las mejores bestias y tierras de la granja señorial. Desde luego, eran la mayoría kulaks, mientras que los bédniaks (campesinos pobres) sólo pudieron recoger las migajas.

Entonces cuando un bédniak había podido llevarse por ejemplo un ternero, no tenía en general nada con que alimentarlo, ni un cercado para guardarlo; sólo podía matarlo y comérselo. Por otro lado, la mayoría de las veces había recibido un pedazo muy mal situado de tierra y no disponía de los instrumentos necesarios para cultivarlo. También, muy a menudo, lograba pedir al kulak arar su tierra, al que se comprometía en trabajar con su familia para él. Fueron sobre todos los kulaks quienes acogieron más amablemente a Ivanovski, el intendente general, a su vuelta, y quienes señalaron a los bédniaks, como responsables a sus ojos de todos los males. Éstos pagaron muy caro muy estas acusaciones, a veces hasta con su cabeza.

Todos estos pueblos vecinos, más tarde, sintieron mucho no haber actuado como en Tartaki, dónde todos tenían de qué comer y vestirse, sin contar por eso kulaks ni bédniaks. Mi padre se preguntaba frecuentemente : “¿Dónde están los anarquistas intelectuales?”. A sus ojos, habría sido verdaderamente indispensable disponer de dos a tres anarquistas propagandistas en una ciudad tan central como Zmerinka, y sin embargo no había ninguno. En toda la provincia de Podolia, yo era el único que tenía cierta idea de lo que era el anarquismo, el cual había conocido por parte de mi padre.

La lucha contra el Hetman y los polacos:

En Octubre de 1918, por orden del Hetman Skoropadski, comenzó a formarse un ejército ucraniano del Mar Negro, su principal Estado Mayor se instaló en el cuartel de Lissaya Gora, en la ciudad de Berdichev. Este ejército tenía que estar compuesto por “voluntarios”, pero éstos habían huido a los bosques para escapar de los destacamentos punitivos de las regiones de Zmerinka, Vinnitsa y Berdichev. A pesar de todo, en dos semanas, a finales de Octubre, fueron reunidos más de cincuenta y mil hombres. La mayoría de ellos vino con sus propias armas y provisiones. Entre los oficiales, más de la mitad simpatizaba con la política de Petlura y de Vinnichenko (líderes nacionalistas ucranianos). En cuanto a la masa, estaba dispuesta a aliarse hasta con diablo, con tal que echara del país a los ocupantes austro-húngaros-alemanes y la policía de Skoropadski. A principios de noviembre, éste dio enseguida a Kiev la orden a disolver el ejército del Mar Negro. En Berdichev, el ejército recibió la orden por la tarde, lo que se ejecutaría el día siguiente por la mañana. Sacando provecho de este plazo, el ejército ucraniano atacó, bajo el mando de oficiales petluristas, de noche, a la guarnición de los ocupantes austro-húngaro-alemanes; la desarmó, se apoderó de la artillería de Lissaya Gora y decidió marchar por la mañana sobre Vinnitsa, para enfrentarse allí con el cuerpo punitivo de cuarenta mil hombres que se encontraba allí. La misma noche, Vassily Grigorievich fue puesto al día del trascurso de los acontecimientos por un enviado especial de Berdichev.

A las dos de la mañana, las sirenas sonaron en Tartaki y, una hora más tarde fueron reunidos cinco destacamentos preparados para irse. Mi padre declaró que por la mañana un Ejército Revolucionario iba a marchar contra los ocupantes y su fantoche Skoropadski, y había propuesto a todos los voluntarios de unirse bajo su mando a este Ejército Revolucionario e ir a Berdichev. Casi ellos todos lo hicieron. Me designaron como dirigente provisional del municipio de Tartaki, a la cabeza de un destacamento de cien hombres que se habían quedado para proteger el pueblo.

Al amanecer, a la cabeza de un destacamento de seiscientos cincuenta hombres, Vassily Grigorievich se dirigió hacia Vinnitsa, dónde se unió al Ejército Revolucionario y participó en la batalla que vivió la derrota de los cuarenta y mil hombres del destacamento punitivo. Después de esta primera victoria, el Ejército Revolucionario marchó sobre Kiev, cerca del cual un nuevo destacamento de nacionalistas de Galitzia se le juntó. Vassily Grigorievich declaró entonces a los suyos: “Es aquí dónde deberían encontrarse en este momento los anarquistas propagandistas, porque es posible hacer todo con esta masa.”

Desde luego, Petlura y Vinnichenko sacaron provecho de la situación y ganaron la masa a su causa. Los bolcheviques no dormitaron tampoco y llevaron una propaganda desenfrenada. Alcanzando los accesos de Kiev, la masa pronto se convenció de que Petlura no era muy diferente de Skoropadski. Después de la toma de Kiev, el conflicto con los bolcheviques provocó la división del Ejército Revolucionario en tres partes: unos se unieron a los bolcheviques, otros volvieron a sus hogares, y los kulaks y elementos burgueses se quedaron con Petlura.

A mediados de enero 1919, Vassily Grigorievich volvió con sus hombres a Tartaki. En la asamblea que hubo seguidamente, declaró que el destacamento había cumplido su papel: “Derrotamos al peor enemigo del pueblo trabajador y ahora vamos a poder dedicarnos a un trabajo apacible, por lo menos hasta que aparezca un nuevo enemigo”.

Éste no tardó en hacer su aparición bajo los tiros de los denikistas. Hubieron combates, luego la calma volvió. Durante todo este tiempo, el trigo fue cosechado y batido, después también repartido entre todos. Hacia el fin del año 1919, los bolcheviques aparecieron en la región de Zmerinka y, sin llamar la atención ni dejarse ver demasiado, llevaron una propaganda intensa: “¡Sólo los bolcheviques pueden dar al pueblo un paraíso terrestre! Es solamente bajo nuestro poder que los terratenientes y sus mercenarios no se atreverán más a reaparecer en Ucrania. Total, prometieron mucho.

Los campesinos, en cuanto a ellos, razonaron así: “¿Ésos nos prometen la misma cosa que los petluristas?… ¿Y que conseguimos con estos últimos? La tierra no pertenecía más a los señores, pero si al Estado. Por el momento, vamos a continuar tranquilamente trabajando y viviendo nuestra vida; en cuanto a estos parásitos, todo ellos tienen que morirse.”

A principios de 1920, los polacos aparecieron otra vez, con Pilsudski en cabeza, acompañado por su “amigo” Petlura. Habiendo ocupado Ucrania, los polacos repetían sin cesar a la población: “Esta región pertenece totalmente a Polonia y ustedes, mujiques rusos, van a trabajar para nosotros.” La población escuchó serenamente este discurso y examinó con cuidado el equipo francés de estas tropas.

En otoño de 1920, los ejércitos polaco-petluristas huyeron en pleno pánico, atacados como no por los partisanos de los campos, los cuales les ofrecieron así a los bolcheviques la posibilidad de ocupar Kiev, Vinnitsa, Zmerinka y toda la provincia de Podolia. Vassily Grigorievich decidió entonces enviarme con un pequeño despego a ayudar a los makhnovistas. Cuando me le despedí, me dijo, con lágrimas en los ojos, que el movimiento makhnovista no podría resistir, porque nuestros hombres todavía no sospechaban lo que les reservaban los bolcheviques.

La lucha contra los bolcheviques y la tentativa de unirse al I ejército makhnovista:

El destacamento de partisanos de Tartaki pasó por el pueblo de Yarosenkoi, donde lo reforzaron voluntarios locales, consagrándosele un efectivo de 350 hombres. A partir de aquí se llamó “Destacamento combatiente anarco makhnovista”. Su comandante se pasó a llamar compañero Korchun (seudónimo), el compañero Machuliak le fue añadido, y Bali fue el notario.

A finales de agosto de 1920, el destacamento se dirigió hacia Járkov, sabiendo que que el núcelo central del ejército makhnovista se encontraba allí. El destacamento se dio como fin abrirse un paso para juntarse al ejército makhnovista. Estacionados en el pueblo de Dasevo, los exploradores nos comunicaron que un batallón de infantería bolchevique se acercaba a la localidad. Nos colocamos inmediatamente en la orilla del bosque del pueblo, por encima del camino que había allí.

Una fina lluvia caía. Cuando se aproximó la infantería bolchevique, los fusiles y las ametralladoras la acribillaron, derrotándola. Los partisanos atacaron con bayoneta, después, con la oscuridad que impedía reconocernos, ganamos el pueblo de Tarrasch. Mojados y agotados, hicimos un recuento en la madrugada: había doce desaparecidos y diez heridos. Korchun envió un explorador a los lugares del combate nocturno. Cuando supieron que nuestro destacamento era makhnovista, los campesinos locales se alegraron mucho y se encargaron inmediatamente de recoger a los heridos, repartidos en varios hogares.Todo el distrito era profundamente hostil hacia los bolcheviques.

Siguiendo su camino, el destacamento desarmó a los milicianos del pueblo de Piatigory. La población local le reservó la mejor acogida. Korchun decidió pasar el invierno en el pueblo de Tétiev, fortificado para la ocasión. Los combatientes fueron repartidos entre los hogares del lugar; debían ayudarles en sus trabajos y, en caso de alerta, reunirse inmediatamente en un lugar convenido para enfrentarse al enemigo. Trece pequeños pueblos fueron organizados así, teniendo cada uno su destacamento y su comandante. Un destacamento rojo de quinientos hombres vino para pasar; todos los destacamentos de partisnos del lugar se lanzaron sobre él, lo cercaron y lo aniquilaron en una media hora. Los bolcheviques no tenían tiempo de reprimir a los campesinos rebeldes, porque tenían que enfrentarse sin interrupción al Gran ejército de Nestor Makhno, así como los numerosos destacamentos de partisanos.

Korchun llegó a establecer el enlace con el Estado Mayor central de Makhno; le transmitimos la instrucción siguiente: “Todos los despegos que me apelan deben actuar en completa independencia. Vosotros no estais aislados, otros numerosos destacamento luchan en toda Ucrania. El momento vendrá cuando nos reunamos totalmente en un único ejército grande y entonces venceremos al enemigo.”

Durante todo el invierno, los bolcheviques intentaron inquietar a los partisanos atrincherados en Tétiev, pero cada vez que lo intentaron fueron rechazados y acabaron con grandes pérdidas.

En primavera de 1921, agrupando a quinientos combatientes, nuestro destacamento se dirigió hacia Znamenka. En el camino, debió enfrentarse a numerosos asaltos de las unidades rojas y en consecuencia sufrió importantes pérdidas. A finales del verano, nos reunimos con el destacamento makhnovista de Bélach, en Tatievka, que pronto fue desbaratado en Znamenka. Con dos compañeros, pasé a Polonia, luego estuve en Austria y en Yugoslavia y, por fin, en Francia.

Delo Truda–Probuzdénie, New-York, n°31, Diciembre 1949, pp. 17-19, et n° 32, Marzo-Abril 1950, pp. 13-14.

Traducción de Jordi Rey.